La primera vez que me dijeron señora fue cuando tenía 13 años. Recién cumplidos.
Un mozo de una pizzería de Salta tuvo la culpa allá por el ´91.
Hoy soy yo la que quepo (o podría caber perfectamente) en esa "etiqueta"... y me resisto.
Me siento joven, aunque no inexperta, tengo ambición, pero no me como el mundo. Y sin embargo, cuando me llaman señora, se me alarga la falda hasta la rodilla y me cubre un chal de lana oscura que enseguida trato de doblar suavemente y depositar en la silla más cercana. :-)
Hace unas semanas pasé caminando frente a un colegio primario del barrio, que también tenía jardín de infantes. Se veían nenes en el patio y se escuchaban voces, gritos y juegos, por lo que el recreo se hacía visible.
Acababa de cruzar la calle y bordeaba la entrada cuando escuché:
"Señora, nos alcanza la pelota?". Me dí vuelta y ví a dos enanos vestidos con un delantal azul y blanco a cuadros, ñata contra el alambrado y expectantes de mi reacción.
"Dónde está la pelota que no la veo?", les contesté después de escanear brevemente el terreno sin divisar adminículo redondo creador de pasiones.
"Ahí!". Me dijeron, girando hacia su derecha y pegándose al alambre, esta vez el lateral.
Cuando bajé las escaleritas la ví: una pequeña pelota verde que esperaba ser devuelta a unas manitos que sostenían una igual, en color rojo.
"Uno, dos y ..tres!", dije cuando tiré lo que esperaban por sobre el alambrado. Los pibitos dejaron de mirarme y salieron corriendo en su búsqueda.
Me quedé mirándolos por unos instantes. Pensé: yo soy de su bando, no del de señoras... .Pero no se dieron vuelta.
Así que seguí mi camino original, rumbo al banco, a abrir mi libreta de ahorro.
23.11.09
Señora...
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