(Imagen de nostalgia.2009, Flickr)
En aquel salón, a primera vista arreglado
varias almas sentadas miraban, se miraban.
Entramos y nos miraron, nosotros saludamos;
ocupamos nuestra mesa, sus ojos vibraban.
Charlamos lo esencial, aunque a veces demencial;
el curso de la conversación se perdía, y se volvía a encontrar,
olvidando algunos días, otros sin quererlos recordar.
Tan concentrados en prestarle atención, que descuidamos nuestro alrededor.
Al llegar la hora de la cena, nueva visión a dicho salón:
ahora en silencio, expectante... aunque casi inmóvil, atento.
En ese momento, una imagen tras otra,
de cuerpos castigados, sentados,
otrora en campos, rodeados, de vida, de pocos años.
Hoy con cuerpos lúcidos, mentes fuera de sus manos.
Historias que parecen tener final,
pero se pierden en el camino; ya no pueden andar.
Quién tuviera un reloj para poderlo volver atrás
y guardar en la memoria aquellos tiempos
donde todo era actividad, trabajo y vivacidad.
El final visto desde aquí asusta, lastima, pero hace pensar,
en que lo bueno pasa, y otras cosas vendrán.
Aún así nos preguntamos, cuánto realmente sentirán,
que están perdiendo, qué quieren y no les podemos dar.
Qué necesitan y no les sabemos llegar... .
7.1.10
El salón de los años gastados
Suscribirse a:
Entradas (Atom)